España en el Siglo XIX: Demografía, Migraciones y Transformación Económica

España en el Siglo XIX: Transformaciones Demográficas y Urbanas

En Europa, la industrialización y la mejora de las condiciones de vida dieron lugar a un nuevo modelo de transición demográfica, caracterizado por altas tasas de natalidad y bajas tasas de mortalidad. En España, sin embargo, el escaso desarrollo industrial propició un ritmo de crecimiento lento, por el cual prevaleció el régimen demográfico antiguo, caracterizado por una alta tasa de natalidad, pero contrarrestada por una tasa de mortalidad también muy elevada, especialmente la infantil, lo que limitaba el crecimiento natural de la población. Las causas de esta elevada mortalidad fueron las crisis de subsistencia, que provocaron hambrunas periódicas debido a factores climatológicos y estructurales; las enfermedades endémicas (tuberculosis, sarampión, difteria o escarlatina) motivadas por la deficiente alimentación y pésimas condiciones higiénicas; y las epidemias (cólera, tifus o fiebre amarilla). No obstante, Cataluña fue la excepción a estas características demográficas. Su despegue industrial desde principios del siglo XIX cambió sus parámetros demográficos, asemejándose a los de los países europeos más adelantados.

Movimientos Migratorios y Desarrollo Urbano

Uno de los procesos que se acentuó en el siglo XIX fue la descompensación en la distribución territorial de la población española. Las ventajas económicas y un mejor acceso a las comunicaciones y al comercio provocaron un desplazamiento continuo de las poblaciones del interior peninsular hacia las áreas costeras, con la excepción de Madrid, que recibió población de las zonas interiores adyacentes. También se incrementaron los flujos migratorios tanto a ultramar (Argentina, Cuba, Venezuela) como del campo hacia las ciudades. La industrialización, aunque lenta, atrajo población hacia las zonas urbanas más industrializadas: Barcelona, Madrid o Bilbao.

En 1900, la mayor parte de la población española era rural. Casi el 90% de la población vivía en localidades de menos de 100.000 habitantes. Únicamente Madrid y Barcelona estaban en torno al medio millón de habitantes, mientras que en Europa las grandes capitales superaban ampliamente el millón. La escasa y tardía industrialización española aplazó el éxodo rural hacia las ciudades hasta casi finales de siglo. No obstante, el aumento de la población urbana, aunque lento, supuso la transformación espacial de las ciudades, que tuvieron que derribar sus murallas y crear ensanches (crecimiento planificado de las ciudades en las afueras) y barrios burgueses, como el Ensanche (Eixample) de Barcelona o el barrio de Salamanca en Madrid, al gusto de las nuevas clases dirigentes. Mientras tanto, los suburbios periféricos se llenaban de infraviviendas, viviendas comunales y corralas, convertidas en barrios obreros.

Transformación Económica e Industrialización en España

Durante el reinado de Isabel II, los gobiernos liberales se propusieron como objetivo transformar la vieja estructura económica de España, de bajo rendimiento heredada del Antiguo Régimen, y fomentar el desarrollo de la industria y del comercio, iniciando un proceso de Revolución Industrial y de modernización de las comunicaciones, con la creación de nuevas infraestructuras como el ferrocarril. Sin embargo, la industria textil catalana era la única actividad de importancia, en especial el sector algodonero, que había reemplazado al lanero y cuyas empresas eran de mediano y pequeño tamaño, por lo que no pudieron competir en el exterior.

Minería y Siderurgia

La explotación minera se acentuó con la aprobación de la Ley de Minas de 1868, que pretendía atraer capital extranjero, ofreciendo facilidades para la adjudicación de concesiones. De esta manera, España se convirtió en proveedora de materias primas sin que llegara a desarrollarse una industria transformadora. Asimismo, la siderurgia, trasladada al País Vasco, necesitó carbón de buena calidad del que España carecía, lo que propició la apertura del eje Bilbao-Cardiff (Reino Unido), en el que se intercambiaba hierro español por carbón inglés. Además de la escasez y mala calidad del carbón, se siguieron utilizando fuentes de energía y de tracción tradicionales.

Retraso Industrial y el Ferrocarril

Por todo ello, la industrialización española fue muy limitada. En la práctica, solo se desarrollaron la industria textil catalana y la siderúrgica en el País Vasco. Predominó el capital extranjero debido a la dependencia técnica, financiera y energética de España, sumado a una baja capacidad productiva y una debilidad del comercio interno por la insuficiente demanda nacional. La orografía española, que complicaba el transporte interior de mercancías y personas, acentuó aún más el subdesarrollo económico.

España inició la construcción del ferrocarril con la intención de crear un medio de transporte eficiente y rápido, facilitar los intercambios y animar la creación de industrias. La primera línea construida en la España peninsular fue la de Barcelona-Mataró, seguida tres años después por la de Madrid-Aranjuez. Sin embargo, el auténtico impulso se desencadenó tras la aprobación de la Ley General de Ferrocarriles de 1855, que fomentaba la creación de compañías privadas para su construcción y explotación. Como consecuencia, se produjo un rápido impulso en la construcción de líneas. No obstante, el ferrocarril fracasó en activar la industria española debido a que las principales concesiones se otorgaron a compañías extranjeras, al diferente ancho de vía español (que limitó las interconexiones con Europa) y a la escasa rentabilidad.

Comercio Exterior y Políticas Económicas

En el siglo XIX, España exportaba materias primas e importaba productos industriales y manufacturados. Esta deficiente balanza comercial llevó a recurrir a políticas proteccionistas, imponiendo fuertes aranceles o impuestos a los productos procedentes del exterior. Frente al proteccionismo, se posicionaron los librecambistas, quienes defendían que el Estado debía intervenir lo menos posible en la economía. Su influencia se manifestó en la Ley de Ferrocarriles y en la de Minas, con las que se pretendía atraer capital extranjero, así como en la reducción de aranceles.

Desarrollo del Sistema Financiero Español

La falta de un sistema financiero estable se intentó solucionar con la fundación del Banco Nacional de San Carlos (1782), el Banco de San Fernando (1829) y la Bolsa de Madrid (1831), entidades que sirvieron para financiar la Primera Guerra Carlista. Durante el reinado de Isabel II, se crearon los primeros bancos crediticios privados, como el de Isabel II y el de Barcelona, cuya función básica era comprar Deuda Pública. Estos se fusionaron posteriormente, creando el Banco de España en 1856. Asimismo, en 1868 el sistema monetario se unificó en la peseta, de origen catalán. Tras el desastre colonial de 1898, se redistribuyeron capitales, lo que llevó a la fundación de importantes entidades como el Banco Hispano Americano (1900), el Banco de Vizcaya (1902) o el Banco Español de Crédito (Banesto, 1902). Todas estas entidades comenzaron a invertir en empresas industriales, impulsando así el proceso industrializador.

Guía para el Análisis de Fuentes Históricas

Esta sección describe cómo clasificar y analizar diferentes tipos de fuentes:

  • Fuente Primaria: Es un documento o material original de la época estudiada.
    • Tipo iconográfico: Si es un cuadro, grabado, caricatura, fotografía, etc.
    • Temática histórica: Si está relacionada con un acontecimiento histórico importante.
  • Fuente Secundaria: Es una interpretación o estudio posterior sobre un evento o periodo.
    • Tipo estadístico: Si presenta un gráfico de sectores, una tabla de datos, etc.
    • Tipo cartográfico: Si se trata de un mapa.
    • Temática histórica: Si aborda un tema histórico.

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