Distribución demográfica en España

Tasa de Crecimiento Natural:

Las Comunidades Autónomas con una tasa de crecimiento natural superior al 2,12% son: Islas Baleares, Región de Murcia, Andalucía, Madrid, Islas Canarias, Ceuta y Melilla. Las Comunidades Autónomas con una tasa de crecimiento natural inferior al 1,9 %o son: Galicia, Asturias, Castilla-León y Aragón. Las causas son las bajas tasas de natalidad y fecundidad y la alta tasa de mortalidad que conlleva un envejecimiento de la población debido a:
Geográficamente los factores que representan un mayor obstáculo para el asentamiento de la población son el clima y la altitud. Un clima de condiciones extremas, como el del interior de la península, no favorece la habitabilidad ni el desarrollo de actividades económicas. La gran mayoría de las provincias con bajas densidades son las que presentan unos climas más continentalizados o están ocupadas en una gran parte por sistemas montañosos.
Factor demográfico: es un factor que está ayudando a consolidar la oposición interior-periferia; las poblaciones del interior son las que presentan un menor crecimiento natural y una estructura de población más envejecida.
Los factores socioeconómicos: el factor básico de las desigualdades ha sido la emigración. Las corrientes migratorias internas desde las regiones del interior hacia el litoral levantino y sur se han originado por la concentración de as actividades económicas más productivas (industria, turismo, servicios…) en unas pocas áreas (Madrid, Cataluña, Valencia…) y la reconversión del sector agrario (Almería, Murcia). Las diferencias que dan lugar a los desequilibrios territoriales son considerables.

Densidad de Población:

El mapa que vamos a comentar es un mapa temático cuantitativo que representa la densidad de población en España en 2008. La densidad de población es un indicador demográfico que relaciona la población de una zona con su superficie en km2 y nos permite analizar su distribución espacial. Según nos muestra el mapa, España tiene una densidad media de 92,2 hab/km2. Sin embargo, esta cifra media esconde fuertes contrastes espaciales entre áreas de concentración, que superan claramente el promedio nacional, y áreas de despoblamiento, donde no se alcanza n los 25 hab/km2. Observando el mapa, vemos que las áreas de alta densidad se sitúan en Madrid, periferia peninsular, Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla. En la periferia constituyen excepciones a este fenómeno: Lugo, Castellón, Almería, Granada y Huelva, con valores inferiores a la media nacional. La áreas de baja densidad se localizan en el interior peninsular con la únic excepción de Madrid, antes citada, Álava y Sevilla, con valores inferiores a la media nacional. Las causas de esta distribución espacial de la población son varias:
– En gran medida, los factores naturales explican, todavía hoy, la distribución de la población. Así las mayores densidades se sitúan en las zonas con relieve llano y baja altitud, clima templado cálido y proximidad al mar o a un río.
– Los factores humanos hicieron que durante la Edad Moderna se despoblara el interior, pues se produjo una fuerte crisis económica y demográfica en tierras castellanas. Esto originó migraciones hacia la periferia, donde se desarrollaba un floreciente comercio marítimo. En la actualidad, Madrid, como vemos en el mapa, es la que soporta mayores densidades debido a ser la capital y centro financiero del Estado. El resto de regiones crece pues tuvieron un alto crecimiento natural durante la transición demográfica, o por la instalación de actividades económica s que atrajeron población: la industria y el turismo. Además el despoblamiento interior se vio agravado por el fenómeno de éxodo rural y por la crisis económica que se inició en 2008. Además las áreas más pobladas fueron las que recibieron más población inmigrante. Las consecuencias de esta distribución son varias, teniendo en cuenta que las áreas más densas atraen población e inversiones:
– Económicas: reforzamiento de los desequilibrios territoriales. Las más densas atraen mas inversiones, y las menos densas, menos.
– Demográficas: las zonas menos densas pierden población joven, lo que da lugar a su envejecimiento, que tiene como consecuencia un descenso de la natalidad y un aumento de la mortalidad.
– Medioambientales: en las áreas más densas las consecuencias son negativas por exceso de presión sobre el territorio, pero en las menos densas estas consecuencias también son negativas por el abandono de los campos de cultivo y las masas forestales.
– Políticas: las diferencias de densidad, muy vinculadas al dinamismo económico, hace que sea necesario un trasvase de recursos económicos de la áreas más ricas a las más pobres, lo que genera tensiones políticas interregionales.

Saldo Migratorio:

Este mapa representa los índices del saldo migratorio de miles de personas durante el periodo del franquismo (desde 1941a 1975). Los movimientos migratorios en España, desde 1941 hasta 1975 (durante la etapa del franquismo) se caracterizaron por estar divididos en interiores y exteriores. Las migraciones interiores, las más importantes, vinieron a Estar caracterizadas por tres elementos principales: por una motivación laboral, flujos unidireccionales (emigrantes que procedía n del campo se trasladaban a la ciudad industrial o de servicios en otras provincias o regiones) y el perfil de estos emigrantes fue el de personas jóvenes con escaso nivel de cualificación. Sin embargo, hubo dos tipologías:
1. Migraciones estacionales y temporales cuyo auge fue muy relevante hasta 1960, que se emprendían con intención de retorno. Se trataba de desplazamientos a otras áreas rurales para realizar labores agrarias en épocas concretas (siega, vendimia o recolección) porque el campo se encontraba poco mecanizado. O bien, eran traslados a las ciudades en aquellas épocas del año en las que las tareas agrícolas se paraban, dedicándose a la construcción, industria o servicios.
2. Éxodo rural (entre 1900 y 1975). Migración desde áreas rurales a urbanas con carácter definitivo. Los emigrantes buscaban mejorar sus condiciones de vida, trabajo estable o mayores ingresos, además de disfrutar de las ventajas de la urbe donde había mayor nivel sanitario, cultural y ocio. En mayor medida, estos procedieron de Galicia, interior peninsular y Andalucía oriental. Encaminándose a zonas industriales como Cataluña, País Vasco y Madrid como queda reflejado en el mapa. Sin embargo, este éxodo rural no fue lineal en el tiempo. Si en el primer tercio del siglo XX este proceso tuvo un volumen moderado, debido al exceso de mano en el campo, también se vio favorecido por el impulso de las obras públicas de la etapa de Primo de Rivera. Para el tiempo que nos interesa debemos comenzar con una etapa (1940) en la que el éxodo se estancó debido a la Guerra Civil española y a la dura posguerra. La ciudades no ofrecían un marco interesante de mejora social, sufrieron problemas de abastecimiento (lo que llevó incluso a muchos a volver a los pueblos), la autarquía estancó la economía española (no ofrecía puestos de trabajo en las ciudades) y el franquismo favoreció la permanencia de la población rural. Pero, en el periodo entre 1950 y 1970, la coyuntura cambió por completo y comenzó un proceso de éxodo rural fundamental para el país. Por un lado, la salida de la autarquía y la apertura al exterior permitió una recuperación de la vida en España. Eso se tradujo en un crecimiento demográfico sin precedentes en el país. Mientras, en el campo, se había producido la crisis de la agricultura tradicional sustituida por la mecanización lo que hizo que sobrara mucha gente. Del mismo modo, se impulsaron las políticas desarrollistas que favorecieron el crecimiento industrial que demandó mano de obra, además de un boom del turismo de sol y playa, en el litoral mediterráneo e insular, favoreciendo una demanda laboral importante y el impulso del sector de la construcción. De esta manera se formaron dos ejes de amplia absorción de población:
1. El del Mediterráneo. 2. El del Ebro. Claro que este éxodo rural ha tenido sus repercusiones. Ha sido el responsable de los fuertes desequilibrios de la distribución de la población española, vaciando el interior para dirigirse a la periferia (salvo Madrid). Ha determinado la estructura de la sociedad por sexos y edades, ya que ha elevado el índice de masculinidad en unas áreas dificultando la formación de nuevas familias y provocando el envejecimiento de la población restante. A diferencia de las ciudades, en donde el rejuvenecimiento era mayor ya que polarizaba la llegada de población joven. En el plano económico, las migraciones, al principio, afectaron positivamente a las áreas rurales al aumentar los recursos para la población restante. Pero a la larga han sido negativos, al reducirse la productividad y el rendimiento de la tierra. Mientras, en las ciudades produjo congestión, problemas de suelo, vivienda y servicios. Hubo, además, problemas de integración de los emigrantes en las grandes urbes. Y repercutió de forma negativa en el aspecto medioambiental, pues diversas zonas quedaron abandonadas y sus ecosistemas se deterioraron. Y en las grandes ciudades, su crecimiento desmesurado produjo contaminación y deterioro del medio ambiente.

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