Hidrografía de España: Ríos, Cuencas y Gestión del Agua

1. Introducción a la Hidrografía Española

El agua es un elemento imprescindible para la vida y, por tanto, para el desarrollo de las actividades humanas. Es un elemento con una cantidad constante en nuestro planeta, pero en movimiento y cambio continuos en sus condiciones físicas en el llamado ciclo hidrológico. Pese a ello, de la cantidad de agua disponible solo el 3 % es dulce y, además, se halla desigualmente repartida por la superficie terrestre. En este tema, vamos a estudiar las aguas superficiales terrestres, objeto de estudio de la Hidrografía, centrándonos tanto en su organización espacial en vertientes y cuencas como en sus características, los regímenes fluviales. Por último, analizaremos el uso y aprovechamiento humano del agua, elemento clave en un país como el nuestro en el que predomina el clima mediterráneo, caracterizado por unas precipitaciones escasas e irregulares, con fuerte sequía estival.

2. Características de la Red Hidrográfica Española

La red hidrográfica española presenta una serie de características clave:

  1. La disimetría de la red fluvial: Hay una falta de simetría entre la superficie peninsular que vierte sus aguas hacia el océano Atlántico (69%) y las que las vierte hacia el Mediterráneo (31%).
  2. La adecuación al relieve: Se manifiesta en la gran longitud que presentan los ríos que discurren por llanuras y depresiones (Meseta) con escasa pendiente y lentitud de aguas, y la corta longitud de los ríos de montaña (ríos Cantábricos y Mediterráneos) con gran desnivel y pendiente que confieren a sus aguas velocidad y fuerza erosiva.
  3. Paralelismo de los grandes ríos entre sí: A excepción del Ebro, con cauces equidistantes, paralelos a las unidades montañosas y regularmente distribuidos.
  4. Alternancia entre cursos de agua y sistemas montañosos: Favorecido por la disposición paralela del relieve. Los ríos se sitúan entre dos sistemas montañosos, de los que descienden sus afluentes hacia el cauce principal. Así se explica que los ríos que discurren por zonas de pocas precipitaciones puedan tener un caudal considerable gracias al agua procedente de las montañas.
  5. Intensa relación con la ocupación del territorio: Muchas ciudades antiguas se emplazaban junto a importantes cursos de agua (Córdoba, Mérida, Zaragoza, Toledo…), y muchos ríos se utilizaron como vías de comunicación.

3. Cuencas y Vertientes Hidrográficas

La cuenca es el territorio que drena o evacúa sus aguas naturales a un río principal que las conduce hasta el mar. Las cuencas fluviales peninsulares se caracterizan por los siguientes rasgos:

  • Se encuentran separadas por divisorias de aguas formadas por las cumbres de los relieves montañosos que las delimitan. Estas cuencas son: la del Cantábrico, Galicia Costa, Miño-Sil, Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir, Tinto-Odiel-Piedras, Guadalete-Barbate, cuencas internas de Cataluña, Ebro, Júcar, Segura y Cuenca Mediterránea Andaluza.
  • Dentro de la cuenca, las aguas circulan por un cauce y forman una red organizada jerárquicamente desde los subafluentes y los afluentes hasta llegar al río principal.

El caudal es la cantidad de agua que pasa en un segundo por un punto dado del río. El caudal relativo es la relación entre el caudal medio anual y la superficie de la cuenca. Experimenta variaciones significativas:

  • A lo largo del recorrido del río, el tramo con mayor caudal suele ser la desembocadura, donde se acumulan las aportaciones de los diversos afluentes. Los ríos más caudalosos son el Duero, el Ebro y el Tajo.
  • A lo largo del tiempo, el caudal puede presentar irregularidad anual (crecidas o estiajes más o menos acusados) e irregularidad interanual. Los ríos más regulares son los de la vertiente Cantábrica y los más irregulares, los de la vertiente Mediterránea.

Se llama vertiente hidrográfica al conjunto de cuencas hidrográficas cuyos ríos vierten su agua en el mismo mar. Los ríos peninsulares vierten sus aguas al mar Cantábrico, al océano Atlántico y al mar Mediterráneo. Cada una de estas vertientes recibe ríos que se diferencian por sus características físicas y por su régimen fluvial. En España, existen tres vertientes hidrográficas principales:

1. Ríos de la Vertiente Cantábrica

Son cortos debido a la proximidad de la Cordillera Cantábrica al mar y a que nacen a considerable altura y a escasa distancia de su desembocadura. En su recorrido, deben salvar un gran desnivel, lo que les confiere una gran fuerza erosiva y los hace ideales para la producción hidroeléctrica. Son caudalosos por la abundancia y regularidad de las precipitaciones que los alimentan, lo que les permite carecer de estiajes acusados. Destacan: Bidasoa, Nervión, Pas, Saja, Nansa, Deva, Sella, Nalón, Narcea, Navia y Eo.

2. Ríos de la Vertiente Atlántica

Son los grandes ríos de la Meseta, así como el Miño. Son ríos largos y de pendiente muy suave, debido a la inclinación de la Meseta hacia el Atlántico. Presentan escasa fuerza erosiva al recorrer llanuras y penillanuras, formando solo algunos barrancos en los desniveles. Son ríos caudalosos, aunque su caudal disminuye de norte a sur, siendo la cantidad de agua que transportan un reflejo de las condiciones climáticas. Su régimen es irregular, con estiaje en verano en los pequeños ríos y crecidas en otoño y primavera. Su régimen se ve enriquecido por los grandes afluentes, en particular los que nacen en las montañas. Destacan: Tambre, Ulla, Miño, Duero, Tajo, Guadiana, Odiel, Tinto, Guadalquivir, Guadalete, Barbate.

3. Ríos de la Vertiente Mediterránea

Son cortos, a excepción del Ebro, que es largo, muy caudaloso y de régimen regular. El Ebro es el de mayor longitud, caudal y regularidad, ya que recibe aportes hídricos de sus afluentes pirenaicos e ibéricos. En los restantes ríos, es patente la influencia de los relieves próximos al mar, que limitan la longitud de las corrientes. Son ríos con gran fuerza erosiva debido a la proximidad del relieve a la costa y arrastran muchos derrubios. Se trata, en general, de ríos muy poco caudalosos, con régimen irregular, grandes crecidas estacionales y fuertes estiajes. Asimismo, en esta vertiente están presentes cursos que llevan agua solo en ocasiones, permaneciendo secos la mayor parte del año: son las denominadas ramblas. También son frecuentes los torrentes o cursos de agua intermitentes que dependen de las precipitaciones. Destacan: Ter, Llobregat, Ebro, Mijares, Turia, Júcar, Segura, Almanzora, Andarax, Guadalfeo, Guadalhorce y Guadiaro.

4. La Red Fluvial Insular, Ceuta y Melilla

En los archipiélagos Balear y Canario, así como en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, no se puede hablar de auténticos ríos, existiendo únicamente ramblas. Ello se debe a diversas razones:

  • En primer lugar, en estos cuatro casos se trata de islas o enclaves pequeños, por lo que las cuencas drenan poco terreno.
  • En segundo lugar, en Baleares, Ceuta y Melilla predomina un clima Mediterráneo y en Canarias uno subtropical, caracterizados ambos por las escasas e irregulares precipitaciones.
  • En tercer lugar, en Baleares predomina la litología caliza y en Canarias la volcánica, siendo ambos tipos de rocas muy porosas y permeables, por lo que las aguas de las precipitaciones tienden a filtrarse, predominando la escorrentía subterránea sobre la superficial.

4. Regímenes Fluviales

El régimen fluvial es la evolución del caudal, ya sea absoluto (m³/s) o relativo (l/s/km²), de un determinado río, teniendo en cuenta sus variaciones estacionales, crecidas y estiajes. El régimen fluvial depende principalmente de la aportación de agua al caudal, tanto en su cantidad (que depende de la amplitud de la cuenca y de la cantidad de precipitaciones) como en su forma (lluvia, nieve). Además, otros factores condicionan el régimen fluvial:

  • El relieve: Condiciona el trazado de los cursos de agua, la pendiente del río y la velocidad de las aguas y, como consecuencia, su fuerza erosiva y su potencialidad para producir energía hidroeléctrica. También, con su altura, influye en la abundancia de precipitaciones orográficas en la ladera de barlovento y la presencia de nieve.
  • El suelo o la litología: Afecta al régimen hidrográfico según su grado de permeabilidad. Si el sustrato es impermeable (arcilla), favorece la escorrentía. Si es permeable (caliza), absorbe y retiene gran cantidad de agua, formando acuíferos que brotan en manantiales.
  • La vegetación: La existencia de vegetación evita el desplazamiento rápido de las aguas por las laderas (rápidas crecidas) y aminora la evaporación al frenar la insolación.
  • El ser humano: Necesita regular las cuencas hidrográficas para disminuir los riesgos de inundaciones y los efectos de las crecidas; y necesita almacenar agua para el consumo humano, agrícola e industrial (mediante obras hidráulicas como embalses, presas, acequias, trasvases, etc.).

En líneas generales, se pueden distinguir tres grandes regímenes fluviales en función de la forma de alimentación (pluvial, nival y mixto), que a su vez se dividen en subtipos según los condicionantes climáticos.

4.1. Régimen Pluvial

En este régimen, la alimentación de los ríos depende casi exclusivamente de precipitaciones en estado líquido. Dentro de este régimen, se pueden distinguir los siguientes subtipos:

  • Régimen Pluvial Oceánico: Se corresponde con zonas de clima oceánico o atlántico, caracterizado por precipitaciones abundantes y regulares. Como consecuencia, el caudal de estos ríos es muy regular, con un mínimo poco pronunciado en verano y un máximo en invierno al coincidir con temperaturas más bajas, lo que reduce la evaporación.
  • Régimen Pluvial Mediterráneo: Corresponde a zonas con clima mediterráneo, con lluvias escasas y muy irregulares, y fuerte sequía estival. Como consecuencia, el caudal de estos ríos es muy irregular, con fuertes estiajes en verano. En cuanto a los máximos, se distinguen dos tipos: el levantino, en el que las crecidas se producen en otoño ligadas al fenómeno de gota fría, y el subtropical, que presenta máximos en primavera coincidiendo con las precipitaciones asociadas al frente polar.

4.2. Régimen Nival

En este régimen, la alimentación de los ríos depende de precipitaciones en forma de nieve, correspondiendo a zonas de alta montaña. Su caudal es muy irregular. Las aguas bajas corresponden al invierno, ya que las precipitaciones permanecen retenidas en forma de nieve. Las aguas altas se dan a finales de primavera y principios de verano, ya que el aumento de las temperaturas provoca el deshielo de las precipitaciones acumuladas con anterioridad.

4.3. Régimen Mixto

Dentro de los regímenes mixtos, distinguimos entre nivo-pluvial, pluvio-nival y complejo.

  • Régimen Nivo-Pluvial: Las precipitaciones que alimentan a los ríos se dan en forma de nieve o líquida, con predominio de la primera, presentando las aguas altas en primavera y las bajas en invierno. Se extiende por zonas de montaña menos altas que las de régimen nival.
  • Régimen Pluvio-Nival: Las precipitaciones son tanto líquidas como de nieve, aunque con predominio de la primera. Presentan un claro estiaje en verano y el máximo caudal se produce en primavera.

Por último, los regímenes mixtos son los más extendidos y son los característicos de los grandes ríos españoles. En ellos se combinan diferentes tipos de alimentación debido a sus extensas cuencas y a sus numerosos afluentes.

5. Usos y Aprovechamiento del Agua en España

El agua dulce es uno de los elementos imprescindibles para el desarrollo humano. Su cantidad disponible es limitada y se halla desigualmente repartida a lo largo del tiempo y del espacio. El consumo de agua, tanto doméstico como industrial, agrario y en los servicios, es muy alto. Actualmente, el uso y aprovechamiento de los recursos hídricos en España es muy variado:

  • Usos agrarios: Representan el 80% del consumo, principalmente en regadío. La desigual distribución de precipitaciones hace necesario el regadío en muchos cultivos mediante obras de desvíos y canalizaciones (canales y acequias) que a veces suponen un auténtico dispendio de agua. Para frenar el consumo, los agricultores reciben ayudas para transformar la modalidad tradicional de riego por inundación en riego por aspersión o por goteo. Sin embargo, el agua para usos agrícolas y ganaderos plantea problemas para la sostenibilidad de los recursos hídricos, como la contaminación causada por abonos químicos, pesticidas y purines.
  • Uso industrial y energético: Representa el 6% del consumo. Se utiliza en la industria para producir electricidad en centrales hidroeléctricas, como refrigerante de maquinaria en las centrales nucleares y térmicas, o para la limpieza y eliminación de residuos.
  • Abastecimiento urbano: Representa el 14% del consumo urbano (para el consumo doméstico, jardines, piscinas, campos de golf, etc.). La provisión de agua para usos domésticos es prioritaria y presenta elevadas exigencias de calidad, ya que debe ser potable.
  • Otros usos: El agua también se utiliza para la evacuación de desechos agrarios, ganaderos, urbanos e industriales, y para la realización de actividades secundarias como la pesca, navegación y usos recreativos (submarinismo, surf, etc.).

Esto genera un problema en la gestión del agua, provocando que las cuencas mediterráneas presenten balances hídricos negativos, agravados en verano en las zonas costeras por las actividades turísticas de sol y playa.

Frente a ello, las autoridades han llevado a cabo la construcción de infraestructuras, tales como embalses, canales y desaladoras, para asegurar el suministro en épocas de escasez. Del mismo modo, se han intentado implementar políticas hidráulicas cuyo objetivo principal era desviar caudales de las zonas con balance hídrico positivo a las que lo tienen negativo a través de canales de trasvase (ejemplo: Tajo-Segura), aunque en general dichas políticas no han sido totalmente implementadas al generar problemas entre las distintas comunidades autónomas.

En España, destacan la Ley del Agua, que data de los años 80, y el Plan Hidrológico Nacional, un plan elaborado por el Estado cuyo fin es coordinar las diferentes cuencas y diseñar actuaciones generales en el marco de la normativa europea. Sus objetivos fundamentales son: asegurar el suministro de agua en todo el territorio de forma equilibrada, promover un consumo racional de la misma, garantizar la calidad y buen estado de las aguas, y controlar los efectos de sequías e inundaciones mediante la planificación de obras.

Aparte de su consumo, al agua se le dan usos recreativos (pesca, navegación) y energéticos (producción eléctrica en presas y saltos de agua). En cuanto a estos últimos, no están muy desarrollados debido a que la mayor parte del país presenta precipitaciones escasas e irregulares, y los ríos no disponen de un curso que permita este aprovechamiento, con la excepción de los grandes ríos. Dado todo lo expuesto, los problemas de sobreexplotación de las aguas son muy frecuentes, provocando la salinización de acuíferos y agravando los problemas de contaminación causados por los vertidos agrarios, ganaderos, industriales y urbanos.

6. Conclusiones

Como hemos visto, la hidrografía peninsular está muy condicionada por el relieve y por las condiciones climáticas, dando lugar a vertientes y cuencas con características muy diferenciadas y a regímenes fluviales muy diversos. En España, el clima mediterráneo predominante ha determinado que se disponga de un suministro de agua escaso y desigualmente repartido, lo que ha provocado problemas políticos, de sobreexplotación y contaminación.

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