El Sistema Urbano en España: Estructura y Evolución
El sistema urbano español está formado por un conjunto de ciudades interconectadas que se jerarquizan según su población, sus funciones y el alcance de su área de influencia. A la cabeza se sitúan quince aglomeraciones de más de 500 000 habitantes, con Madrid (más de 3 millones) y Barcelona formando un sistema bipolar, seguidas por Sevilla, Valencia, Bilbao, Gijón, Málaga y otras. Detrás aparecen muchas ciudades medias (150 000–400 000 hab.) fruto de la descentralización demográfica y económica. Madrid se alza en el centro peninsular, con las principales metrópolis rodeándola en la periferia y dejando un interior poco urbanizado.
Las funciones de cada ciudad —primarias (agrarias), secundarias (industriales/construcción) y, sobre todo, terciarias (servicios)— determinan su grado de centralidad y el tamaño de su área de influencia, variable según avances en transporte y comunicaciones. Según estos criterios, en la cúspide están las metrópolis nacionales (Madrid y Barcelona), con influencia internacional; a continuación las regionales (Valencia, Sevilla, Málaga, Zaragoza) y subregionales (Valladolid, Pamplona, Palma), luego las ciudades medias —capitales provinciales con funciones menos diversificadas— y, finalmente, las pequeñas o villas (10 000–50 000 hab.) con un ámbito comarcal.
Distribución Territorial y Ejes
Territorialmente, el sistema presenta ejes semianulares: el atlántico gallego (Ferrol–Vigo), el discontinuo cantábrico (Asturias, Santander, País Vasco), el mediterráneo (Gerona–Cartagena) y el valle del Ebro, además del eje litoral y del Guadalquivir en Andalucía; las islas pivotean en torno al turismo. Las relaciones internas son muy intensas entre Madrid y todas las ciudades; Barcelona destaca en el este peninsular y Baleares; el cuadrante nordeste es el más integrado.
Transformaciones Recientes (Desde 1980)
Desde 1980, el Estado autonómico ha reforzado las capitales de comunidad y las redes regionales, ya sean monocéntricas primadas (Madrid, Cataluña…), jerarquizadas (Valencia, Andalucía occidental…) o policéntricas (Galicia, País Vasco…). La entrada en la UE ha situado a Madrid y Barcelona como locomotoras europeas y a Bilbao, Valencia y Palma como metrópolis potenciales, mientras Sevilla es considerada “débil”. Finalmente, la globalización ha penalizado a las ciudades ligadas a industrias maduras y beneficiado a las que atraen turismo, inversión y organismos internacionales; hoy solo Madrid, Barcelona y algunos polos turísticos tienen proyección mundial, aunque la reciente apuesta por un eje Lisboa–Madrid–Zaragoza–Barcelona multimodal promete conectar mejor España con Europa.
Principales Desafíos Urbanos en España
Densificación y presión urbana: Solucionadas difundiendo población y actividades hacia ciudades medias o rurales, y preservando zonas verdes.
Alto precio de la vivienda: Provocado por la especulación, que se combate mediante viviendas protegidas y ayudas al alquiler.
Déficit de equipamientos: Debido al crecimiento urbano y desequilibrios históricos, que requiere grandes inversiones.
Problemas de tráfico: Solucionados con circunvalaciones, aparcamientos y mejores infraestructuras de transporte urbano e interurbano.
Problemas económicos: Causados por la excesiva terciarización, que se afrontan fomentando la industria, manteniendo la agricultura y promoviendo actividades terciarias avanzadas en la periferia.
Problemas sociales: Como estrés, hacinamiento, desempleo, delincuencia, marginación y falta de integración.
Problemas ambientales: Microclima urbano (temperaturas y precipitaciones altas), contaminación del aire, ruido, residuos urbanos y pérdida de espacios verdes, mitigados mediante transporte colectivo, ahorro energético, reciclaje y creación de parques y jardines.
Historia de la Urbanización en España: Época Preindustrial
La urbanización preindustrial en España se caracterizó por un ritmo lento y paralelo al crecimiento rural hasta el siglo XIX. Las ciudades nacieron por razones estratégicas, políticas, económicas, religiosas o culturales. En la Antigüedad aparecieron los primeros núcleos fenicios y griegos (Cádiz, Ampurias) y, con la romanización (siglos III a.C.–V d.C.), ciudades como Barcelona, Zaragoza o Valencia, unidas por calzadas; tras la caída del Imperio, se produjo desurbanización. En la Edad Media, el mundo musulmán creó o reaprovechó Córdoba, Granada y Toledo, mientras la Reconquista impulsó nuevas fundaciones y recuperaciones cristianas; el comercio de los siglos XII–XIII —por ejemplo, en el Camino de Santiago— reforzó ese proceso. Durante la Edad Moderna hubo altibajos: auge urbano vinculado al comercio americano en el XVI (Sevilla, Madrid), estancamiento en el XVII y resurgimiento en el XVIII gracias a las reformas borbónicas y el crecimiento económico, especialmente en Madrid y los puertos.