Fuentes de Energía en España: Tipos, Evolución y Desafíos Actuales

Introducción a las Fuentes de Energía

La energía es la capacidad de producir trabajo. Las fuentes de energía son los recursos que permiten obtener energía útil para diversas aplicaciones. Según su proceso de formación, se distinguen dos tipos principales:

  • Renovables: Son inagotables, como la energía solar o la eólica (viento).
  • No Renovables: Se agotan porque desaparecen al usarse y su formación requiere millones de años.

Según el grado de aprovechamiento económico, se distingue entre:

  • Energía Primaria: Son las fuentes de energía tal y como se encuentran en la naturaleza (por ejemplo, carbón, petróleo) y necesitan un proceso de transformación.
  • Energía Secundaria: Es la energía obtenida de la transformación de las fuentes de energía primarias en luz, calor, electricidad, etc.

El Panorama Energético en España: Equilibrio y Dependencia

La situación de las fuentes de energía en España se caracteriza por dos conceptos clave: equilibrio y dependencia. Existe un desequilibrio significativo entre lo que se consume y lo que se posee, lo que genera una importante dependencia del exterior. A partir de la década de 1960, con la aceleración del desarrollo industrial y urbano, la energía se basó en el carbón durante la Primera Revolución Industrial y en el petróleo a partir de la Segunda Revolución Industrial.

Hoy en día, el petróleo es la fuente de energía más consumida, seguida del carbón y la energía nuclear. España depende en gran medida de estas dos últimas, ya que no dispone de petróleo ni de gas natural en cantidades significativas. Solo es capaz de autoabastecerse en un 32% de sus necesidades energéticas. Por ello, debe importar petróleo, gas natural e incluso carbón de mejor calidad. En la década de 1990, España producía un 1,8% de petróleo, pero el consumo general de petróleo suponía un 60% del total energético.

Principales Fuentes de Energía Primaria en España

1. Carbón

Durante la Primera Revolución Industrial, el carbón tuvo un papel fundamental. En el caso español, su producción creció gracias al proteccionismo. La época expansiva del carbón se extendió hasta la posguerra civil, debido a que, por el conflicto, España se aisló económicamente y se basó en el carbón. Al final de la autarquía, con la apertura económica de España al exterior, el carbón fue sustituido progresivamente por el petróleo. Esto produjo la disminución de la producción de carbón y el consiguiente cierre de muchas minas a finales de la década de 1950.

En 1973, se produjo la crisis mundial del petróleo, lo que impulsó nuevamente el consumo de carbón para reducir la dependencia y el endeudamiento de España. Sin embargo, el carbón era poco rentable y, para 1984, su producción descendió drásticamente debido a:

  • Dificultades de explotación: La mayoría de las minas en España eran subterráneas, con vetas pequeñas y propicias a accidentes, lo que suponía una explotación más complicada, costosa y de baja rentabilidad.
  • Baja calidad del carbón: Los yacimientos más ricos estaban agotados.
  • Minifundismo empresarial: Solo existía una compañía pública estatal, UNOSA. Las demás eran pequeñas y con poco capital.
  • Disminución del consumo doméstico e industrial.

En 1990, se presentó un plan de reconversión para el sector y se eliminaron las ayudas estatales. Durante los años de la crisis, el Estado concedía ayudas importantes (sobre todo a UNOSA). Al cesar las ayudas para que las empresas compitieran en igualdad de condiciones, muchas tuvieron que cerrar o realizar grandes recortes de plantilla. En consecuencia, el autoabastecimiento de carbón no es viable en la actualidad y su uso se ha destinado principalmente a la producción de electricidad en las centrales termoeléctricas. No obstante, estas centrales son altamente contaminantes y tienden a desaparecer.

2. Petróleo

A partir de 1973, el precio del petróleo y el gasto asociado aumentaron de forma significativa. El consumo no comenzó a descender hasta 1979. Se tomaron medidas para reducir su consumo y su precio empezó a bajar en 1985, cuando se produjo la liberalización de los precios de la OPEP. Actualmente, el petróleo ha experimentado fluctuaciones, alcanzando su máximo histórico en el verano de 2008, para luego volver a descender.

La producción de petróleo en España es escasa. En el interior, en zonas como Burgos, existen algunos pozos petrolíferos, pero esto no permite el autoabastecimiento. Existe una fuerte dependencia del exterior. Del petróleo se obtiene una gran variedad de productos, como gasolina, naftas, queroseno, fertilizantes y electricidad. Estos se obtienen en las refinerías. Dado que el petróleo llega por mar, la mayoría de las refinerías se encuentran en la costa (excepto la de Puertollano en Ciudad Real).

Uno de los problemas de las refinerías en España es su sobrecapacidad de refino. Se compra y se refina más petróleo del que se consume. El Plan de Reconversión de Refinerías de 1980 creó la empresa Repsol, que posteriormente fue privatizada.

3. Gas Natural

El consumo de gas natural es bastante reciente en España, popularizándose a partir de la década de 1970. Se utiliza ampliamente en hogares y edificios. En 1996, suponía un 8,4% del consumo energético, pero para el año 2000 ya había superado el 10%. La producción de gas natural es casi nula en España. Se puede encontrar gas natural en Huelva, pero aún así es insuficiente y debe importarse de países como Libia o Argelia.

España se ha conectado bajo el mar, a través del Estrecho de Gibraltar, con Argelia mediante gasoductos. Asimismo, España también está conectada con la red francesa y, por ende, con la red europea de gas. Como derivados del gas natural, encontramos el propano, el butano y las naftas. El gas también se transforma en electricidad, combinándose con la electricidad para producir energía en centrales de ciclo combinado.

4. Energía Nuclear

Existen dos tipos de producción de energía nuclear: por fisión y por fusión. Actualmente, se obtiene por fisión (separación de átomos pesados de uranio) y se experimenta con la fusión (unión de átomos de hidrógeno que producen helio y grandes cantidades de energía).

La energía nuclear se introdujo en España a partir de la década de 1970, y especialmente tras la crisis del petróleo de 1973, España invirtió en centrales nucleares. Entre 1980 y 1985, la expansión quedó paralizada, y no se construyeron más centrales nucleares, debido sobre todo al auge del movimiento ecologista. Sin embargo, aunque se paralizó la construcción, no se detuvo la producción.

La producción de uranio se obtiene de yacimientos como los de Don Benito en Badajoz y Ciudad Rodrigo en Salamanca. Hay 9 reactores nucleares en España que aportan aproximadamente el 50% de la producción de energía eléctrica. Es una fuente muy productiva, ya que en un pequeño espacio se puede generar una gran cantidad de energía.

Los problemas de este tipo de energía son principalmente la dependencia del exterior para enriquecer el uranio y los riesgos para la salud y el medio ambiente. Los residuos radiactivos se almacenan en bidones y su gestión es un desafío, con depósitos en tierra. Históricamente, algunos residuos se han vertido al mar. Hay países que hacen negocio vendiendo la posibilidad de depositar los residuos en su territorio. El almacenamiento en España se lleva a cabo en El Cabril, Córdoba. Además, una vez que una central nuclear deja de utilizarse, su desmantelamiento es muy costoso.

5. Energía Hidráulica

La energía hidráulica es una fuente de energía renovable. Se obtiene de presas o embalses, donde se hace saltar el agua, cuya caída mueve unas turbinas, generando así electricidad. La principal producción se da en la mitad norte peninsular, especialmente en las cuencas del Tajo y el Ebro, debido al volumen y la rapidez de los ríos, sobre todo los de la vertiente cantábrica.

Durante el franquismo, fue la principal fuente de producción de electricidad, siendo limpia e instantánea. Uno de los problemas de esta energía es la alteración del entorno natural, incluyendo el traslado de poblaciones enteras. Otro problema es el del consumo: la España seca demanda recursos hídricos a la España húmeda. Además, este tipo de energía depende directamente de las precipitaciones, lo que la hace vulnerable a periodos de sequía.

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