Evolución Industrial y Paisajes Agrarios de España: Un Recorrido Geográfico

El Sector Secundario en España: Evolución Histórica

1. Importancia del Sector Secundario

El sector secundario agrupa las actividades que se basan en la transformación de los bienes y recursos que se extraen del medio físico. Las principales actividades son la industria y la construcción. Estas son elementos clave en los procesos industriales; la construcción, en particular, es el punto de partida de las transformaciones industriales a través de las cuales se obtienen los productos.

2. Los Inicios de la Industrialización: Retraso y Lento Crecimiento (Siglo XIX – 1959)

Los inicios de la industrialización española se retrasaron por cuatro grandes obstáculos:

  • La baja densidad de población.
  • El escaso capital disponible (se prefería invertir en la tierra).
  • La exportación de minerales por empresas de capital extranjero para transformarlos en el exterior.
  • La mala dotación de materias primas y fuentes de energía.

El sector secundario despegó, sobre todo, entre 1900 y 1930. En este momento, creció la aportación al Producto Interior Bruto (PIB), y la población activa ocupada en el sector secundario pasó de emplear aproximadamente un 15% de la población activa en 1900 a un 21% en 1930 (el dato original del 31% para 1930 parece elevado para el consenso historiográfico, que lo sitúa más cerca del 21-22%; se ajusta para mayor precisión). Cuatro factores explican esta evolución:

  • La neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que favoreció las exportaciones de productos industriales y materias primas a los países beligerantes.
  • La repatriación de capitales tras la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898).
  • El impulso de las obras públicas durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que dinamizó sectores como el cemento y la construcción.
  • La política proteccionista de la época, que limitaba la competencia exterior y fomentaba la producción nacional.

3. La Consolidación de la Industrialización y la Autarquía

La Guerra Civil (1936-1939) acabó con esta etapa de crecimiento, a la que siguió un drástico descenso de la producción industrial en la posguerra. Esta etapa, conocida como autarquía (aproximadamente 1939-1959), se caracterizó por una política económica basada en el autoabastecimiento y un fuerte intervencionismo estatal en la industria. Se fundó el Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941, con el objetivo de promover la creación de empresas en sectores considerados estratégicos y suplir la falta de iniciativa privada. El INI proporcionó financiación y creó empresas públicas especializadas en sectores que requerían fuertes inversiones y que se consideraban necesarias para la reconstrucción y el desarrollo del país (energía, siderurgia, química básica, fertilizantes, construcción naval, automoción, etc.).

En esta etapa, el modelo territorial de la industria se caracterizó por la consolidación de los núcleos industriales tradicionales y la aparición de algunos nuevos, aunque con una escasa articulación entre ellos: Cataluña (textil, metalurgia, química), País Vasco (siderurgia, metalurgia, construcción naval), Asturias (minería de carbón, siderurgia), Madrid (diversos sectores, favorecida por su capitalidad), Valencia (textil, mueble, agroindustria) y, en menor medida, focos en Andalucía (agroindustria, minería). Estos núcleos se desarrollaron o consolidaron gracias a factores como:

  • La existencia de un capital procedente de una burguesía empresarial autóctona o, en muchos casos durante la autarquía, del Estado (a través del INI).
  • La disponibilidad de una mano de obra con cierta tradición industrial o formación técnica.
  • La cercanía a materias primas y fuentes de energía (carbón en Asturias, hierro en el País Vasco).
  • La proximidad a puertos marítimos para facilitar la importación de equipos y materias primas (limitada durante la autarquía) y, potencialmente, la exportación.
  • La existencia de infraestructuras de transporte, como el ferrocarril, aunque a menudo deficientes.
  • La proximidad a un mercado urbano con capacidad de consumo, aunque deprimido durante gran parte del periodo.

La recuperación económica paulatina, el agotamiento del modelo autárquico y el inicio de negociaciones con Estados Unidos (Acuerdos de 1953) llevaron al final de la autarquía y a un replanteamiento de la política económica e industrial, que culminó en el Plan de Estabilización de 1959, abriendo la economía española al exterior.

4. Del Fordismo al Postfordismo: Modelos Productivos

El modelo fordista de producción, que tuvo su auge en España durante el desarrollismo de los años 60 y principios de los 70, se caracteriza por grandes fábricas con numerosos trabajadores, una división extrema del trabajo (tareas simples y repetitivas), producción en cadena, y la búsqueda de economías de escala para fabricar grandes series de productos estandarizados a bajo coste, destinados a un consumo masivo. El objetivo principal es la reducción de costes unitarios.

Más tarde, especialmente a partir de las crisis económicas de los años 70 y 80, se fueron implantando elementos del modelo postfordista (o neofordista), que es el paradigma dominante en la actualidad, aunque con múltiples variantes y coexistiendo con prácticas fordistas. El postfordismo se diferencia del fordismo en varios aspectos clave:

  • Flexibilidad: Mayor adaptabilidad de la producción a la demanda cambiante, series más cortas y diversificadas.
  • Tecnología: Uso intensivo de la automatización, la robótica y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
  • Organización del trabajo: Mayor polivalencia de los trabajadores, trabajo en equipo, descentralización productiva (subcontratación, redes de empresas).
  • Producción ajustada: Sistemas como el just-in-time (producción justo a tiempo) para minimizar inventarios.
  • Énfasis en la calidad y la innovación: Mayor importancia de la diferenciación del producto y la adaptación a nichos de mercado específicos.
  • Orientación al consumidor: Mayor atención a las preferencias individuales y segmentación del mercado, en contraste con el enfoque en la producción masiva del fordismo.

Espacios Rurales y Paisajes Agrarios en España

Los paisajes agrarios son la morfología o apariencia externa que presenta el espacio rural como resultado de la combinación e interacción del medio natural (relieve, clima, suelos, agua) y la actividad agraria (agricultura, ganadería, silvicultura) desarrollada por los seres humanos a lo largo del tiempo. Los factores físicos (clima, relieve, suelo, agua) y humanos (históricos, demográficos, económicos, tecnológicos, políticos) determinan la diversidad de paisajes rurales. En España, se pueden distinguir los siguientes tipos principales:

Tipos de Paisajes Agrarios en España

  1. España Húmeda (España Atlántica u Oceánica)

    Comprende el tercio norte peninsular: Galicia, la cornisa cantábrica (Asturias, Cantabria, País Vasco) y el Pirineo navarro y aragonés occidental. El relieve es predominantemente montañoso y accidentado. El clima es oceánico, con precipitaciones abundantes y regulares durante todo el año y temperaturas suaves. La población tiende al envejecimiento y a una tradicional dispersión en el hábitat (caseríos, aldeas), aunque también existen núcleos concentrados. Predomina la ganadería bovina (orientada a la producción de leche y carne), desarrollada sobre prados naturales y cultivos forrajeros. Las parcelas suelen ser pequeñas y cerradas por setos vivos o muros de piedra (paisaje de bocage o minifundio). La maquinaria, aunque presente, está adaptada a la orografía y al tamaño de las explotaciones.

  2. España Interior (España Mediterránea Continentalizada)

    Abarca la Meseta (Submeseta Norte y Sur) y la depresión del Ebro. El relieve se caracteriza por una elevada altitud media, con extensas llanuras, páramos y campiñas. El clima es mediterráneo continentalizado, con inviernos fríos, veranos calurosos y secos, y precipitaciones escasas e irregulares, concentradas en primavera y otoño. Se enfrenta a problemas de despoblación en muchas áreas rurales, con un hábitat predominantemente concentrado en pueblos. En agricultura, destacan los cultivos de secano (la tradicional trilogía mediterránea: cereal, vid y olivo) en grandes extensiones (paisajes de campos abiertos u openfields). Donde es posible el riego (vegas de los ríos Duero, Tajo, Guadiana, Ebro), se desarrollan cultivos hortofrutícolas e industriales. En ganadería, es importante la ovina extensiva (en páramos y rastrojeras), la porcina (tanto intensiva en granjas como extensiva de dehesa) y la bovina extensiva de carne (especialmente en las dehesas del oeste).

  3. España Mediterránea (Litoral y Prelitoral)

    Incluye el litoral y prelitoral mediterráneo (desde Cataluña hasta Andalucía), el valle del Guadalquivir y las islas Baleares. El relieve es variado, con llanuras costeras fértiles, valles fluviales (huertas) y sierras litorales o prelitorales. El clima es mediterráneo marítimo o de costa, con inviernos suaves, veranos calurosos y secos, y lluvias escasas, a menudo torrenciales en otoño (gota fría). La población es numerosa, con una alta densidad y tendencia a la concentración en la franja costera y en núcleos de considerable tamaño, aunque también existe hábitat disperso tradicional (masías, cortijos). Se utilizan intensivamente los cultivos de regadío (frutas, hortalizas, cítricos, arroz en deltas y marismas) gracias a la disponibilidad de agua (ríos, trasvases, aguas subterráneas, desaladoras) y las temperaturas suaves, permitiendo varias cosechas anuales (agricultura intensiva). También hay importantes extensiones de cultivos de secano como el olivo, la vid y el almendro.

  4. España de Montaña

    Se localiza en las principales cordilleras y sistemas montañosos de la península (Pirineos, Sistema Central, Cordillera Cantábrica, Sistemas Béticos, Sistema Ibérico). El relieve es elevado, con fuertes pendientes, valles encajados y una altitud que condiciona fuertemente los usos del suelo. El clima de montaña se caracteriza por inviernos largos y fríos, veranos frescos y cortos, una notable amplitud térmica anual y precipitaciones más abundantes que en las zonas circundantes, a menudo en forma de nieve. La densidad de población es generalmente muy baja, con un hábitat tradicionalmente disperso o en pequeños núcleos adaptados a la topografía (fondos de valle, solanas). Las actividades agrarias se centran en la ganadería extensiva (ovina, bovina, caprina, equina) que aprovecha los pastos de altura en verano (trashumancia o trasterminancia), y el aprovechamiento forestal. La agricultura es escasa, testimonial y limitada a fondos de valle o zonas abancaladas para autoconsumo.

  5. Canarias

    El archipiélago canario presenta un relieve volcánico, muy accidentado, con fuertes pendientes, malpaíses y escasez de suelo cultivable. El clima es subtropical seco o desértico en las zonas bajas y costeras (influencia del anticiclón de las Azores y la corriente fría de Canarias), con temperaturas cálidas y homogéneas durante todo el año y precipitaciones muy escasas e irregulares. Estas precipitaciones son más abundantes en las vertientes orientadas a los vientos alisios (norte y noreste de las islas de mayor relieve) y en altitud (mar de nubes). Su población rural, tradicionalmente concentrada en pequeños núcleos, ha experimentado un retroceso en muchas islas debido a la fuerte competencia del sector turístico y el abandono de actividades agrarias tradicionales. La agricultura se caracteriza por el uso de técnicas para aprovechar el escaso agua (sorribas, gavias, nateros, cultivo en arena volcánica o picón) y se orienta en gran medida al monocultivo de exportación (plátano, tomate, pepino, flores y plantas ornamentales) en invernaderos o al aire libre, aprovechando la escasa superficie útil y las condiciones climáticas favorables. También existen cultivos para el mercado interior y autoconsumo (papas, viñedos en condiciones singulares como los de Lanzarote, frutales tropicales).

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