Transformaciones Demográficas y Geográficas de España (Siglo XX)

Las Migraciones Interiores Españolas Durante el Siglo XX

A lo largo del siglo XX, España experimentó un intenso proceso de migraciones internas que transformaron profundamente su estructura demográfica, económica y social. Este fenómeno alcanzó su máxima expresión entre las décadas de 1950 y 1975, y supuso el desplazamiento de millones de personas desde las zonas rurales hacia las áreas urbanas e industriales, reconfigurando el mapa poblacional del país.

Las raíces de este movimiento poblacional se encuentran en una combinación de factores económicos, sociales y políticos. Por un lado, la mecanización del campo y la baja rentabilidad de la agricultura tradicional redujeron drásticamente las oportunidades laborales en el medio rural. Por otro lado, las ciudades industriales (especialmente Madrid y Barcelona) ofrecían empleo en fábricas, atraídos por el desarrollo industrial que siguió a la Guerra Civil y que se aceleró durante los años sesenta. Las condiciones de vida en el campo y la falta de servicios básicos contrastaban con las oportunidades que ofrecían las ciudades. A esto se sumaron las políticas franquistas, que fomentaron la industrialización en detrimento del sector agrario, y la liberalización económica.

Entre 1950 y 1975, muchas personas abandonaron sus lugares de origen en busca de mejores oportunidades. Los principales flujos partían de regiones agrarias como Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha. El perfil típico del migrante era el de un joven de entre 15 y 35 años, con predominio masculino (posteriormente se produjeron migraciones familiares completas). La mayoría eran trabajadores no cualificados, aunque también hubo muchos trabajadores cualificados atraídos por las oportunidades urbanas. Estas migraciones fueron en su mayoría definitivas. Los recién llegados se asentaron en barrios a las afueras de las ciudades, primero en condiciones precarias (chabolismo) y posteriormente en polígonos de vivienda social. Solo unas pocas personas mantuvieron un vínculo con su tierra de origen, especialmente en sectores como la construcción.

El impacto de estas migraciones fue profundo y duradero. En las zonas rurales se produjo un proceso de despoblación y envejecimiento, con la pérdida de servicios básicos y actividad económica. Muchos pueblos quedaron sumidos en una crisis demográfica de la que nunca se recuperarían. Por el contrario, las áreas urbanas experimentaron un crecimiento acelerado y desordenado. La llegada masiva de población generó una fuerte presión sobre las infraestructuras y servicios, dando lugar a extensas áreas periféricas con graves carencias. Sin embargo, esta migración también aportó un rejuvenecimiento demográfico y fue un factor clave en el «baby boom» de los años sesenta. A nivel nacional, estas migraciones aceleraron la transformación de España de una sociedad agraria a una industrial y urbana. El sector primario perdió peso en favor del secundario (industria) y terciario (servicios), mientras que culturalmente se produjo una mezcla de tradiciones rurales y urbanas.

Evolución del Crecimiento de la Población Española a lo Largo del Siglo XX

El siglo XX fue un periodo de grandes cambios en la población española, transformándola de una sociedad rural y tradicional a una urbanizada y moderna.

A principios de siglo, España tenía una natalidad muy alta porque las familias dependían de la agricultura y los hijos eran esenciales tanto como mano de obra como para asegurar el cuidado de los padres en la vejez. Sin embargo, la mortalidad también era elevada, sobre todo la infantil, con muchos fallecimientos. Esto hacía que el crecimiento de la población fuera lento.

El verdadero punto de inflexión se dio entre 1920 y 1960. Durante estas décadas, la mortalidad empezó a reducirse drásticamente debido a varios factores, como los avances en medicina, las vacunas y los antibióticos; la mejora en la higiene con la llegada del agua potable y los sistemas de alcantarillado; y una mejor alimentación. La mortalidad infantil bajó drásticamente, lo que provocó un crecimiento demográfico importante. Aunque la natalidad se mantuvo elevada, tuvo algunas variaciones a causa de la Guerra Civil y la posguerra. En los años del franquismo y el desarrollismo, la población creció rápidamente.

A partir de los años sesenta, comenzó un nuevo cambio con la modernización demográfica. España se industrializó rápidamente, y la gente se trasladó a las ciudades en busca de empleo. Este proceso afectó directamente a la natalidad, que empezó a bajar de forma acelerada. Las mujeres se incorporaron al mercado laboral, los métodos anticonceptivos se hicieron más accesibles y las familias ya no necesitaban tantos hijos para subsistir. Mientras tanto, la mortalidad siguió descendiendo, pero de forma más lenta. Como resultado, el crecimiento de la población empezó a reducirse poco a poco.

Al final del siglo XX, España había entrado en una nueva fase demográfica conocida como la “era del envejecimiento”. La natalidad cayó por debajo del nivel necesario para reemplazar la población (1,2 hijos por mujer), la mortalidad se estabilizó y el crecimiento natural de la población se acercó a cero. Esta situación (similar a la de otros países europeos) tuvo un gran impacto en España, marcada por la Guerra Civil y las políticas demográficas del franquismo.

Detrás de estos cambios había tres factores clave. El primero fue la modernización económica, que transformó España en un país industrial y de servicios dejando atrás su pasado agrario. El segundo fueron los cambios sociales, que modificaron la estructura familiar y el papel de la mujer en la sociedad. Y el tercero, fueron los movimientos migratorios, tanto la emigración al extranjero y el éxodo rural de los años 60 como la llegada de inmigrantes en las últimas décadas del siglo.

El balance final de esta transformación muestra que la esperanza de vida pasó de 35 a 78 años y la tasa de fecundidad se redujo significativamente. España se convirtió en un país urbano y envejecido.

Los Sistemas Urbanos Españoles y los Grandes Ejes Urbanos

A lo largo del siglo XX, España experimentó una profunda transformación en su organización territorial que dio lugar a un sistema urbano jerarquizado y desequilibrado. Este proceso estuvo marcado por la concentración de población y actividades económicas en determinadas áreas, creando unos ejes urbanos que articulan nuestro territorio y explican muchas de sus dinámicas actuales.

El sistema urbano español presenta una estructura radial con Madrid como principal centro neurálgico, rodeado por ciudades que ejercen influencia a escala regional. Esta configuración es el resultado de factores históricos como la centralización administrativa, el proceso de industrialización y los movimientos migratorios internos. Las grandes ciudades fueron atrayendo progresivamente población y recursos, generando importantes desequilibrios entre regiones.

Entre los principales ejes urbanos destacan los del Mediterráneo. Este corredor litoral concentra un tercio de la población española y aglutina actividades económicas clave como el turismo, la industria y el comercio. Barcelona actúa como principal metrópoli de este eje, seguida por Valencia y Alicante.

El eje del Valle del Ebro, que conecta el País Vasco con Cataluña a través de Zaragoza, representa otro espacio fundamental. Su posición estratégica como puente entre el Cantábrico y el Mediterráneo lo convierte en un área de creciente importancia. Ciudades como Bilbao, Vitoria, Pamplona y Zaragoza articulan este corredor.

Madrid constituye por sí mismo un caso singular. Como capital del Estado y principal centro financiero, administrativo y de servicios, ejerce una influencia que se extiende por toda la península. El eje Madrid-Andalucía muestra cómo la red de transportes ha reforzado las conexiones territoriales.

Sin embargo, este modelo de desarrollo urbano plantea importantes desafíos. La llamada «España vaciada» refleja el abandono de amplias zonas del interior, mientras que las grandes áreas metropolitanas enfrentan problemas de saturación, viviendas inasequibles y contaminación. Además, la excesiva concentración de actividades en Madrid y el eje mediterráneo genera desequilibrios que afectan a la cohesión territorial.

La Evolución de los Sectores de Actividad en la Población Española

A lo largo del siglo XX, la estructura productiva española experimentó una profunda transformación que modificó la distribución de la población activa entre los distintos sectores económicos. Este cambio, paralelo al proceso de industrialización y desarrollo del país, refleja la evolución desde una economía tradicional hacia una sociedad moderna y terciarizada.

A principios del siglo XX, España mantenía una estructura económica agraria. El sector primario ocupaba a más del 60% de la población activa, especialmente en regiones como Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha. La agricultura era la principal fuente de empleo y sustento para la mayoría de familias.

Sin embargo, este panorama comenzó a cambiar lentamente a partir de los años 20. El proceso de industrialización (concentrado inicialmente en Cataluña, País Vasco y Madrid) fue atrayendo mano de obra desde el campo hacia las ciudades. Para 1960, el sector secundario ya empleaba a más del 30% de los trabajadores, mientras que el primario había descendido por debajo del 40%.

Las décadas de 1960 y 1970 representaron la época dorada de la industria española. Sectores como el automovilístico, la siderurgia o la química experimentaron un crecimiento espectacular. Al mismo tiempo, el éxodo rural masivo aceleró el declive del sector primario, que en 1980 apenas ocupaba al 15% de la población activa.

Paralelamente, comenzó a emerger el sector servicios, impulsado por el desarrollo urbano, el aumento del nivel de vida y el turismo. Ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia se convirtieron en importantes centros administrativos y comerciales.

La crisis industrial de los años 80 marcó un punto de inflexión. Muchas fábricas tradicionales cerraron o se reconvirtieron, mientras el sector servicios experimentaba un crecimiento imparable. Muchos trabajadores españoles se emplearon en actividades terciarias como el turismo, los servicios financieros, la educación y la sanidad.

El sector primario había quedado reducido y con poca población activa, aunque a día de hoy mantiene importancia en algunas comunidades como Andalucía o Castilla y León. Por su parte, la industria ha evolucionado hacia actividades más tecnológicas y especializadas, concentradas en parques científicos y polígonos industriales modernos.

Esta transformación ha generado importantes desafíos estructurales. La excesiva dependencia del turismo y los servicios de bajo valor añadido hace a España vulnerable a las crisis externas. Por otro lado, el campo español enfrenta problemas crónicos de envejecimiento poblacional y falta de relevo generacional.

Comparativa: Censo y Padrón Municipal como Fuentes de Estudio de la Población

El estudio de la población se basa en diferentes fuentes de información, entre las que destacan el censo y el padrón municipal. Aunque ambos tienen el objetivo de conocer las características demográficas de un territorio, presentan diferencias en su naturaleza, su forma de elaboración y su utilidad.

El censo es un recuento exhaustivo de la población que el Estado realiza periódicamente, en España cada diez años a través del INE (Instituto Nacional de Estadística). Se caracteriza por ser universal, ya que incluye a todos los habitantes del país; obligatorio en su cumplimentación; y secreto en el tratamiento de los datos. Recoge información básica como la edad, el sexo, la nacionalidad, el nivel de estudios, la situación laboral y la tasa de fecundidad. Esto permite un análisis demográfico detallado y riguroso. Además, distingue entre población de hecho, que son las personas presentes en el momento del censo, y población de derecho, que incluye a los empadronados aunque estén ausentes. Gracias a esto, se obtiene una visión completa de la realidad poblacional en un momento concreto.

Por otro lado, el padrón municipal es un registro administrativo gestionado por los ayuntamientos y se actualiza continuamente. Su función principal es controlar la población que reside en cada municipio, recopilando datos básicos como domicilio, nacimientos, defunciones y matrimonios. A diferencia del censo, el padrón refleja los cambios en la población en tiempo real. Esto lo convierte en una herramienta muy útil para la gestión de servicios municipales como educación, sanidad o infraestructuras. Desde 1975, sus datos tienen carácter oficial y sirven como base para elaborar los censos electorales.

Las principales diferencias entre el censo y el padrón están en su ámbito y su finalidad. El censo se realiza cada diez años, tiene un alcance nacional y fines estadísticos, mientras que el padrón se actualiza constantemente, tiene un ámbito local y un propósito administrativo. El censo ofrece una imagen detallada pero estática de la población, mientras que el padrón proporciona datos menos exhaustivos pero actualizados en todo momento.

Del mismo modo, el censo permite hacer estudios demográficos a largo plazo y comparaciones temporales, mientras que el padrón es esencial para la gestión diaria de los servicios públicos. Gracias a la combinación de ambas fuentes, se puede obtener una visión completa de la realidad poblacional (combinando la profundidad del análisis con la inmediatez de los datos).

Las Migraciones Exteriores

Las migraciones exteriores han sido constantes a lo largo del tiempo. Sin embargo, sus causas, características y consecuencias han cambiado, especialmente desde la Revolución Industrial hasta la actualidad.

Las razones que impulsan las migraciones son variadas, aunque las económicas suelen ser las más importantes. Muchas personas emigran en busca de mejores oportunidades laborales y una mayor calidad de vida, pero también existen causas políticas (como guerras o persecuciones), sociales (como la reunificación familiar), y ambientales (como los desastres naturales o el cambio climático). Esta diversidad de factores explica por qué las migraciones han tenido diferentes características según el momento histórico y la región del mundo en la que ocurren.

Desde un punto de vista temporal, las migraciones pueden ser permanentes, cuando las personas se establecen de forma definitiva en otro país, o temporales, si el desplazamiento es por un tiempo determinado, como los trabajadores estacionales. Respecto a su alcance geográfico, destacan las migraciones intercontinentales, que han influido enormemente en la demografía mundial. Un ejemplo puede ser el gran número de europeos que emigraron a América durante los siglos XIX y XX en busca de mejores condiciones de vida.

Un aspecto clave de las migraciones es su impacto en la estructura de edad de la población. Generalmente emigran personas jóvenes en edad de trabajar, lo que produce efectos en los países emisores y receptores. Los países de origen pueden sufrir una pérdida de capital humano, pero también pueden beneficiarse de las remesas que envían los emigrantes. Por otro lado, los países de destino reciben mano de obra y rejuvenecen su población, aunque también pueden enfrentarse a problemas de integración social.

España es un buen ejemplo de cómo los movimientos migratorios pueden transformar la estructura demográfica de un país. Durante el siglo XX, España fue un país de emigrantes, con muchos ciudadanos que se trasladaban a América y Europa Occidental en busca de trabajo. Sin embargo, a partir de finales del siglo XX, la situación cambió y España se convirtió en un país receptor de inmigrantes, principalmente de África y Latinoamérica. Este cambio ha tenido mucho impacto en el crecimiento y composición de la población española.

Para regular estos movimientos, los países aplican diferentes políticas migratorias. Por ejemplo, establecer restricciones para controlar la entrada de inmigrantes, implementar sistemas de cuotas o programas de integración, etc. Por otro lado, también han surgido nuevas formas de movilidad, como la migración cualificada o la circular, en la que los trabajadores van y vienen entre países.

Los Movimientos Naturales de la Población Española en Época Estadística

En los últimos siglos, España ha experimentado una gran transformación en sus movimientos naturales de población, es decir, en los nacimientos y defunciones del país. Este proceso se puede analizar con precisión desde 1857, cuando comenzaron a realizarse censos modernos y sistemáticos que permitieron estudiar los cambios en la natalidad y la mortalidad a lo largo del tiempo.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, España presentaba un perfil demográfico típico de las sociedades preindustriales. La natalidad era muy alta y la mortalidad también, destacando especialmente la mortalidad infantil. Esta situación se debía a una economía basada en la agricultura, con pocos avances médicos y unas malas condiciones de higiene.

Sin embargo, el siglo XX marcó un punto de inflexión en la evolución demográfica del país. A partir de los años 60, la natalidad comenzó a descender de manera notable, debido a varios factores como el proceso de urbanización, la incorporación de la mujer al mercado laboral y la difusión de métodos anticonceptivos, que facilitaron el control de la reproducción. Al mismo tiempo, la mortalidad también disminuyó gracias a los avances en la medicina, las mejoras en la alimentación y la implantación de la Seguridad Social. Esto permitió un aumento de la esperanza de vida, que llegó a superar los 70 años.

Hoy en día, el país tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. Además, el índice de fecundidad en España es de solo 1,2 hijos por mujer, muy por debajo del 2,1 necesario para garantizar el reemplazo generacional. Al mismo tiempo, la mortalidad bruta ha aumentado ligeramente debido al envejecimiento general de la población.

Como consecuencia, España experimenta un crecimiento “vegetativo” negativo, lo que significa que cada año mueren más personas de las que nacen. Uno de los principales desafíos es la sostenibilidad del sistema de pensiones, ya que cada vez hay menos personas en edad de trabajar para sostener a una población jubilada en aumento.

Los Paisajes Agrarios de la Meseta Central de España

Los paisajes agrarios de la Meseta Central de España son un reflejo de la interacción entre las condiciones naturales del territorio y las actividades humanas. Este espacio, situado en el corazón de la península ibérica, presenta características físicas, usos del suelo y transformaciones que definen su configuración actual.

En primer lugar, las condiciones físicas de la Meseta son determinantes para sus paisajes agrarios. El clima mediterráneo continentalizado, con inviernos fríos, veranos calurosos y precipitaciones escasas, limita las opciones de cultivo. Los suelos, en general pobres y con problemas de erosión en algunas zonas, también condicionan las prácticas agrícolas.

En cuanto a los usos del suelo, predominan los cultivos de secano, especialmente cereales como trigo y cebada, debido a la falta de agua. También se cultivan girasol y leguminosas, que se adaptan bien a las condiciones locales. En las zonas de regadío, que son más reducidas y se concentran cerca de ríos como el Duero o el Tajo, se encuentran cultivos más intensivos, como hortalizas, frutales y maíz. Además, los viñedos y el olivar destacan en áreas específicas, como La Mancha y las estribaciones montañosas.

La ganadería, por su parte, es un componente importante del paisaje agrario de la Meseta. La actividad extensiva, especialmente la ovina, aprovecha los pastos naturales y mantiene viva la tradición de la trashumancia, conectando los pastos de las tierras altas y bajas según las estaciones.

En las últimas décadas, estos paisajes han experimentado transformaciones significativas. La modernización agraria, con la incorporación de maquinaria, fertilizantes y sistemas de riego más eficientes, ha aumentado la productividad. Sin embargo, el abandono rural, provocado por la despoblación, ha llevado al deterioro o a la transición de muchas áreas. Las políticas agrarias, como la PAC (Política Agraria Común) de la Unión Europea, también han influido, fomentando ciertas actividades y desincentivando otras, lo que ha modificado el equilibrio agrario tradicional.

En conclusión, los paisajes agrarios de la Meseta Central reflejan la adaptación de las actividades humanas a un entorno con condiciones naturales adversas. Aunque han evolucionado con los avances técnicos y los cambios socioeconómicos, siguen siendo una parte esencial del patrimonio y la identidad del territorio.

Los Paisajes de Regadío en España

Los paisajes de regadío en España representan un modelo agrario intensivo que ha transformado profundamente el uso del suelo y la economía agraria, especialmente en áreas con acceso a recursos hídricos suficientes. Estos paisajes son un ejemplo de la adaptación humana para superar las limitaciones climáticas y maximizar la productividad agrícola.

En primer lugar, las características físicas del territorio son esenciales para comprender estos paisajes. El clima mediterráneo, con veranos calurosos y escasas precipitaciones, hace imprescindible el uso de agua proveniente de ríos, embalses o acuíferos para garantizar la viabilidad de los cultivos. Los suelos, generalmente fértiles en zonas de regadío, han sido mejorados con técnicas de cultivo y aportes de fertilizantes para optimizar su rendimiento.

En cuanto a los usos del suelo, los paisajes de regadío se caracterizan por una gran diversidad de cultivos. Las hortalizas, los frutales y los cítricos son los productos más representativos, especialmente en áreas como el valle del Guadalquivir, la huerta valenciana o el Segura. También son comunes los cultivos industriales como el maíz, el arroz y el algodón, que requieren un aporte hídrico constante.

La transformación del regadío ha tenido un impacto significativo en la ganadería, que en algunas zonas se integra con la agricultura a través del uso de subproductos agrícolas como alimento para el ganado. Además, las explotaciones más tecnificadas han desarrollado un modelo de producción intensiva que maximiza la rentabilidad del agua y del suelo.

En las últimas décadas, los paisajes de regadío han experimentado importantes cambios. La modernización de los sistemas de riego, como la introducción del riego por goteo, ha permitido un uso más eficiente del agua. Sin embargo, también han surgido retos como la sobreexplotación de acuíferos y la salinización de los suelos en áreas con riego excesivo o mal gestionado. La influencia de la PAC (Política Agraria Común) también ha sido notable, incentivando algunos cultivos de regadío y promoviendo la sostenibilidad en el uso de los recursos hídricos.

Glosario de Términos

  • BOCAGE: Paisaje rural caracterizado por pequeños campos delimitados por setos vivos, árboles o muros de piedra. Este tipo de paisaje es típico de regiones como Bretaña (Francia) y favorece la biodiversidad al actuar como barrera natural.
  • CAMPO CERRADO: Modelo de explotación agraria donde las parcelas están delimitadas por cercas, muros o setos que separan claramente las propiedades. Este sistema es característico de zonas con una estructura agraria tradicional.
  • CARBONEO: Técnica tradicional de producción de carbón vegetal mediante la combustión controlada de madera en hornos o pilas cubiertas con tierra. Este recurso se utilizaba históricamente como combustible doméstico e industrial.
  • COOPERATIVISMO: Movimiento socioeconómico que promueve la creación de cooperativas, donde los productores o trabajadores se agrupan para gestionar en conjunto la producción, distribución y comercialización. Este sistema busca optimizar recursos, compartir beneficios y minimizar riesgos, fomentando la colaboración en lugar de la competencia.
  • CULTIVO FORRAJERO: Cultivo destinado a la alimentación del ganado, como la alfalfa, el trébol o el maíz forrajero. Estos cultivos son esenciales en las explotaciones ganaderas, ya que garantizan la alimentación durante todo el año.
  • CULTIVO HIDROPÓNICO: Método de cultivo que prescinde del uso de tierra, utilizando en su lugar soluciones acuosas ricas en nutrientes esenciales. Este sistema es eficiente en el uso del agua y permite el cultivo en espacios reducidos o zonas con suelos pobres.
  • DESAMORTIZACIÓN: Proceso político y económico desarrollado en España durante los siglos XIX y XX, que consistió en la expropiación y venta de bienes de la Iglesia, órdenes religiosas y propiedades comunales para aumentar la propiedad privada y modernizar la economía agraria.
  • EMPRESA AUXILIAR AGRARIA: Empresa dedicada a prestar servicios o suministrar productos necesarios para la actividad agrícola, como maquinaria, fertilizantes, pesticidas o asistencia técnica. Estas empresas son fundamentales para la modernización y eficiencia de las explotaciones agrícolas.
  • ENFITEUSIS: Contrato agrario histórico mediante el cual el propietario de un terreno cede su uso a otra persona, llamada enfiteuta, a cambio de un pago periódico, conocido como canon. Este sistema, común en la Edad Media, permitía a los campesinos trabajar la tierra sin ser propietarios de ella, asegurando un beneficio para ambas partes.
  • GEOGRAFÍA RURAL: Rama de la geografía que analiza los paisajes, actividades económicas, sistemas de asentamiento y relaciones sociales en las áreas rurales, destacando su interacción con el medio ambiente y los procesos de transformación socioeconómica.
  • GRAN PESCA: Actividad pesquera que se realiza en alta mar, a gran distancia de la costa, utilizando barcos de gran tamaño equipados con tecnologías avanzadas para capturar grandes volúmenes de peces. Esta actividad es fundamental para el abastecimiento del mercado internacional y se enfrenta a retos como la sostenibilidad y el control de la sobrepesca.
  • HÁBITAT CONCENTRADO: Modelo de asentamiento caracterizado por la agrupación de viviendas en núcleos compactos, como pueblos o aldeas, lo que facilita el acceso a servicios comunes y favorece la interacción social entre los habitantes.
  • HÁBITAT DISPERSO: Tipo de asentamiento donde las viviendas están separadas entre sí, distribuidas por el territorio rural. Este modelo es típico de zonas montañosas o áreas de baja densidad poblacional.
  • HÓRREO: Construcción tradicional del norte de España, especialmente en Galicia y Asturias, diseñada para almacenar alimentos como cereales o patatas. Se caracteriza por estar elevada sobre pilares con «tornarratos» para proteger su contenido de la humedad, los roedores y las plagas.
  • IRYDA (Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario): Organismo español creado para promover la modernización del sector agrícola, mejorar las condiciones de vida en las zonas rurales y fomentar el desarrollo económico a través de programas de reforma agraria, infraestructura y redistribución de tierras.
  • MASÍA: Vivienda rural tradicional del noreste de España, especialmente en Cataluña, que combina espacios habitacionales con instalaciones agrícolas y ganaderas. Estas edificaciones, generalmente autosuficientes, están diseñadas para adaptarse al entorno rural y optimizar los recursos disponibles.
  • PARCELA: Unidad básica del territorio agrícola, delimitada por límites físicos, legales o naturales, que define el espacio destinado a una actividad específica como cultivos, pastoreo o forestación.
  • PESCA DE BAJURA: Actividad pesquera que se realiza cerca de la costa, con embarcaciones pequeñas y técnicas tradicionales. Es una actividad económica importante para las comunidades costeras y se centra en especies de consumo local.
  • PUEBLOS DE COLONIZACIÓN: Asentamientos rurales creados en España durante el franquismo para redistribuir tierras, promover el desarrollo agrícola y asentar población en zonas despobladas. Estos pueblos fueron planificados y dotados de infraestructuras modernas para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
  • SERVICIO NACIONAL DEL TRIGO: Organismo estatal creado en España tras la Guerra Civil para controlar la producción, distribución y precios del trigo. Su objetivo principal era garantizar el suministro de pan, considerado un alimento básico, especialmente en épocas de crisis económica o escasez.
  • SILVICULTURA: Ciencia y técnica dedicada a la gestión, cultivo y cuidado sostenible de los bosques. Busca equilibrar la explotación de recursos como madera, papel y productos secundarios con la conservación del ecosistema forestal y la protección de la biodiversidad.
  • SISTEMA INTENSIVO: Modelo de producción agraria o ganadera caracterizado por el uso intensivo de recursos como fertilizantes, maquinaria avanzada, riego tecnificado y técnicas modernas. Este sistema permite obtener altos rendimientos en poco espacio, aunque puede generar un impacto ambiental considerable si no se gestiona adecuadamente.

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