La producción y ordenación del espacio urbano

Tendencias de las ciudades españolas:


Una ciudad es un área urbana con una alta densidad de población que destaca por la presencia de la industria y los servicios. Como ocurre en cualquier otro país, España cuenta con gran número de ciudades dentro de sus fronteras cuyas carácterísticas han variado dependiendo del contexto histórico. En esta ocasión vamos a analizar el desarrollo de las ciudades españolas a lo largo de la historia y los elementos que han entrado en juego dentro de su evolución. En primer lugar, hemos de hacer referencia al término de urbanismo, que se define como la organización del espacio urbano, es decir, del paisaje propio de las ciudades. Toda ciudad debe estar preparada y adaptada para un futuro crecimiento, y éste es uno de los objetivos básicos del urbanismo. Además de dicha función práctica, el urbanismo también cuenta con la teoría urbanística, a partir de la cual surge la planificación de las ciudades. A la hora de hablar del crecimiento y el desarrollo de las ciudades españolas, podemos diferenciar dos etapas: la época industrial y la época postindustrial. En la primera, existen diversos elementos según el contexto histórico de cada momento: regularización del plano, aplicación de planes de saneamiento, mejora de los servicios y de los equipamientos urbanos, etc. Todo ello buscando un desarrollo urbano consecuencia de un crecimiento económico del momento. Posteriormente con la dictadura franquista comienza una época de autarquía en la que se proponen como objetivos la reconstrucción de las ciudades más perjudicadas tras la Guerra Civil Española, elaborar leyes sobre la vivienda para garantizar un correcto uso de la propiedad privada ,la correcta gestión a la hora de expandir las ciudades, que se realizó mediante la Ley Del Suelo y Ordenación Urbana de 1956, a partir de la cual surgirían los planes de ordenación urbana y que dividía el territorio en distintos niveles: estatal, provincial, urbano y áreas urbanas. Al final de este época industrial ya comienzan en las ciudades una serie de problemas precisamente consecuencias de actuaciones urbanísticas que se habían dado hasta ese momento: se eliminaron elementos valiosos del patrimonio y las construcciones se caracterizaron por una excesiva altura y densidad y por su baja calidad por lo que experimentaron un deterioro temprano; se produjo un considerable incremento de la congestión urbana, y además aumentaron los problemas medioambientales. Con esta situación comienza la época postindustrial donde el urbanismo español comienza a reflejar determinadas carácterísticas consecuencia nuevamente del contexto histórico.
En este sentido, la implantación del Estado de las autonomías ofrece cierta independencia a las comunidades autónomas para decidir sobre ordenación del territorio, urbanismo y vivienda. Los ayuntamientos son los encargados del planeamiento urbanístico de sus municipios y realizan esta acción ayudados de diversos planes como el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), los Planes Centrales o los Planes Especiales. El primero es la base o la esencia de toda organización que se quiera llevar a cabo dentro del territorio de un determinado municipio. Además, se comienza a proyectar el desarrollo urbano para cierto número de años: los usos del suelo de cada zona, la clasificación del suelo (urbano, urbanizable y no urbanizable), la edificabilidad o densidad edificatoria, la red viaria, los equipamientos y las medidas de protección medioambiental. Los Planes Parciales concretan el PGOU para cada área urbana, y los Planes Especiales ordenan aspectos específicos, como las áreas degradadas o el casco antiguo. Por otro lado, comienza a impulsarse la democratización social. Esta puede ser observada en la participación de la ciudadanía en la correcta ordenación urbana del territorio y la predisposición a resolver las desigualdades pasadas. De este modo, algunas organizaciones culturales o formadas por vecinos y amas de casa entre otros, tratan de reivindicar una mejora de la calidad de vida dentro de cada uno de sus barrios. Debido a esto, desde la década de 1990 la planificación general de la ciudad pierde importancia a favor de la planificación desde abajo y por piezas. En el caso del primero, se refiere a una planificación con la que colaboran los usuarios de cada zona y en la segunda se centra en el planeamiento a través de planes específicos para actuaciones determinadas, como es la rehabilitación de cascos históricos, mejora residencial de antiguos barrios obreros, dotación de servicios y de equipamientos, etc. A pesar de lo ya dicho, no siempre estas intervenciones han logrado integrar adecuadamente el conjunto de la ciudad y es frecuente el olvido de las actuaciones en el entorno periurbano, terreno cuya extensión es cada vez mayor. Cabe destacar que es necesaria una organización global, integrado en la política de ordenación del territorio para que todas las medidas mencionadas no incidan negativamente sobre el conjunto. Por último, vemos la globalización y el cambio en el sistema productivo mundial reflejadas en el urbanismo desde la década de 1990. Durante la época postindustrial todavía existían en España diversas ciudades en crisis que deseaban llevar a cabo una modernización. A este hecho se uníó el deseo de distintas ciudades de aumentar su competitividad para atraer inversiones.
A raíz de estos dos aspectos se han llevado a cabo planes estratégicos de revitalización y de marketing urbano, con el fin de renovar las ciudades y promocionarlas. Estos planes tratan de ofrecer una imagen adecuada de las ciudades y están basadas en la mejora de infraestructuras, en la oferta de equipamientos, en el urbanismo sostenible y en una correcta calidad medioambiental. Sin embargo, es necesario llevar a cabo inversiones para costearlos y para hacer frente a estas, muchas ciudades recurren a formar redes y posteriormente se reparten las ventajas y los equipamientos. Desde la década postindustrial y en adelante, las ciudades españolas han tendido a desarrollarse de una determinada manera. En primer lugar hemos de destacar la presencia de conurbaciones, es decir, la uníón de dos o más ciudades como consecuencia de su crecimiento que pasan a formar parte de un mismo sistema, a pesar de que cada una de ellas puede conservar cierta independencia. Por otro lado, destacan las ciudades compactas, que como su nombre indica presentan cierta compacidad y que se caracterizan por presentar cercanía a los servicios, por proporcionar numerosas actividades y por favorecer la vida en comunidad. A partir de las ciudades compactas ha surgido el modelo de ciudad difusa, que es cada vez más popular. Estas ciudades se caracterizan por estar diseminadas y no fomentan la vida en común ya que la población está repartida según sus posibilidades económicas. Este hecho ha dado lugar a que estas ciudades sean ineficaces y perjudiquen los ecosistemas. Además a raíz de la descontrolada edificación de los últimos años, se ha desatado el fenómeno conocido como burbuja inmobiliaria, que ha desembocado en una de las crisis económicas más profundas de la historia de España, siendo uno de los principales factores que ha contribuido al surgimiento de ésta. Este fenómeno, que comenzó a desarrollarse alrededor del año 1997, tiene su origen en la subida excesiva de precios en la vivienda. Esta burbuja inmobiliaria comenzó a existir cuando se disparó la construcción de la vivienda y empezó a aumentar el precio de viviendas, llegando a duplicarse el precio de los hogares construidos entre 1976 y 2003.
De modo que resultaba más que nunca necesaria la petición de préstamos y créditos a las entidades bancarias para hacer frente al alto precio de la vivienda. Esto ha acabado por sumergir a gran parte de la población española en una enorme deuda, ya que cuanto más pasan los años, más altos son los intereses a pagar por los préstamos y créditos, lo que provoca que el precio de la vivienda, ya de por sí alto, sea aún mayor.  El excesivo precio ha dado lugar a que gran cantidad de viviendas se queden sin comprador, lo que a su vez ha provocado una gran crisis dentro del mundo de la construcción. A raíz de esta situación, España ha pasado a quedar ubicada entre el tercer y el cuarto puesto del nivel de subida de precios según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que agrupa a países de Europa, América, Asía y Oceanía. La burbuja inmobiliaria ha surgido, entre otros factores, debido al crecimiento de la población española, a la llegada masiva de inmigrantes, a la tendencia de los ciudadanos españoles a comprar vivienda y no alquilar, a la baja deuda presente en España en las últimas décadas del Siglo XX y a la presencia de pequeños inversores. Para llevar a cabo todos estos cambios dentro de las ciudades es necesario que intervengan distintos agentes sociales. En primer lugar, encontramos a los propietarios del suelo, que pretenden que el crecimiento urbano se dirija hacia sus terrenos para beneficiarse de la revalorización lo que supone la conversión del suelo rural en el suelo urbano. En segundo lugar, los promotores y las inmobiliarias que tratan de crear suelo urbanizable y lograr a su vez que sean zonas lo mas edificables posible. Además de esto podemos hablar de empresarios industriales, que entran en conflicto con los propietarios del suelo, los que prefieren dedicarlo a uso residencial por lo que sufren los inconvenientes de la industria. Por otro lado, están los ciudadanos los cuales se organizan en asociaciones para defender sus intereses como por ejemplo conseguir viviendas o servicios. Por último destacar el poder político que interviene a través de planificación urbana y de la resolución de los conflictos entre los agentes sociales.

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